9 de enero
Hola!
Lo primero es lo primero, FELIZ AÑO
NUEVO!!!
En el anterior post dije que dejaríamos Koh Phangan para ir a visitar
nuevas islas, pero, en realidad, no tomamos la decisión de irnos hasta una hora
antes de que saliera el barco. El dilema era el siguiente: ¿debíamos quedarnos
más tiempo en un sitio donde sabíamos que amaneceríamos con una sonrisa cada
mañana o seguir viajando y ver qué nos encontrábamos?
En realidad el viaje no es más ni menos viaje si te quedas más tiempo en un mismo sitio; pues, al final, lo importante es disfrutar y aprender cada dia. Por estas tierras nos hemos encontrado muchos mochileros que van a un sitio con intención de pasar unos días y terminan quedándose meses enteros. Y es que quedarse un tiempo en un mismo sitio tiene sus ventajas: conoces al tendero de la esquina; sabes dónde está todo lo que necesitas; te encaprichas con una playa o con un rincón desde donde se ven buenos atardeceres; sabes que en tal restaurante hacen un "pad thai" de muerte, que los jueves por la noche hay unas sesiones de open jam super divertidas en el bar de la montaña; te encariñas más con los amigos... Si además estás en una isla paradisíaca, pues, ¡para que seguir dando argumentos! Pero, por tentador que fuera la opción de quedarnos, nos pareció aún más cautivador desentrañar el misterio de qué hay más allá de la próxima colina y decidimos seguir adelante.
Tailandia es el pais más desarrollado del sudeste asiático y cada año recibe a unos 20 millones de turistas; sin embargo, el transporte sigue siendo una asignatura pendiente. En tierra firme no hay tren que salga/llegue a su hora y en las islas, si tienes suerte, el barco llega tarde y, si no la tienes, el barco ni aparece. Nosotros no hemos tenido mucha suerte en este aspecto y nos llevó día y medio hasta llegar a Koh Phi Phi, el summum de las islas paradisíacas de no haber sido invadida por miles de vikingos que toman sus vacaciones en estas fechas para huir de las escalofriantes temperaturas del norte de Europa. Bueno, en honor a la verdad hay que decir que, aunque con esta marea de gente haya menos tranquilidad y los precios se hinchen hasta tres veces más en relación a la temporada baja, el que la playa esté hasta arriba de suecas bronceadas le da mucho más encanto a la isla.
Koh Phi Phi tiene bien merecida su reputación y desde cualquier punto de
isla (tanto dentro como fuera del agua) puedes mirar alrededor y alucinar con
lo bonita que es, pero sus altos precios y el hecho de que estuviéramos
buscando destinos más tranquilos tras la traca de fiestas en Koh Pha-Ngan nos
llevó a abandonarla pronto; no sin antes despedir allí el año con un último
fiestón <:-P
Y llegamos a Koh Lanta, una isla que no está en el top 10 de sitios a
visitar de la Loonely Planet, que no tiene muchos viajeros que hablen con
nostalgia de ella y que, precisamente por ello, le teníamos muchas ganas.
Llegas y, a primera vista, no hay mucho que hacer: un parque nacional
construído recientemente que no alberga animales ni plantas exóticas, una
cascada cuyas aguas no llegan al tobillo, playas normalitas... Pero nos dejamos
llevar y pronto Koh Lanta nos hechizó con el sabor de lo auténtico.
Al haber "menos cosas que hacer" puedes dedicar una tarde entera
a hablar de la vida con algún viajero que te encuentres ante un atardecer
increíble, leer tranquilamente, ir a un bar de reggae de la playa o
perderte con la moto por la isla y conocer a sus gentes. Así es como, de
casualidad, dimos con Szak, un pescador y criador de cangrejos que vive con su
familia en una choza apartada en un manglar. Nos caímos bien desde el principio
y, tras una buena comilona de cangrejos e intercambiar unas pocas palabras
-pues domina poco el inglés y no digamos yo el tailandes-, nos ofreció la
opción de quedarnos en su casa. Naturalmente aceptamos y desde entonces nos
lleva tratando mejor de lo que nosotros trataríamos a un viejo amigo. Me
sorprendió como su familia y los amigos y vecinos que pasaban por su casa y
hacían vida en ella prestaban una atención constante a cualquier detalle que
pudiera mejorar nuestra estancia. Al principio pensé que se debía únicamente a
que eran fantásticas personas -que también-, pero agasajado por su manera de
tratarnos procuré devolverles la atención y tratar de servirlos a ellos en los
pequeños detalles en que podía ayudar. Entonces, comprendí que lo hacían porque
servir a otros es un goce en sí mismo. Y no hace falta salvar el mundo. Tan
solo con molestarte en hacer pequeñas cosas que mejoren -aunque sea un poco- el
día a otro es suficiente para sentir esa satisfacción.
Estos días hemos ido a cazar cangrejos
en barco. Nos comemos lo cazado o algún pescado fresco (que está de muerte),
jugamos a las cartas, vamos a la feria con su familia, a jugar al futbol con su
hijo... Hasta he aprovechado que Szak sabe un poco de inglés para aprender algo
de tailandés; un idioma que, en realidad, no parece muy complicado para entenderte
en lo básico (alfabeto... aparte ตัวอักษรเป็นเรื่องยาก), salvo que
aquí manejan cinco tonos en cada vocal, así que de vez en cuando digo
alguna burrada sin saberlo y se ríen. Pero como dicen aquí, mai mi pan
ha! (no hay problema)
Por la mañana amaneces en un silencio absoluto, que solo perturban los
cantos de los pájaros que están de paso migrando hacia el norte y los
monos, que aquí son menos agresivos que en otros lados pero que, como te
descuides, entran en casa y saquean lo que pueden. El tiempo se detiene y, si
aceptas el nuevo ritmo, empiezas a apreciar los detalles que solemos perdernos
en nuestro frenético ritmo diario: el sonido del agua, cómo van cambiando de
color las hojas de un árbol en la luz del atardecer, la sensación del viento
cuando sopla fuerte... Los días pasan en un abrir y cerrar de ojos. Ya ha
transcurrido casi un mes desde que llegamos a Tailandia y nuestro
visado caduca mañana. No nos queda otra que seguir nuestro camino, esta
vez a Cambodia. Nuevamente, nos vamos con la sensación de que nos encantaría
quedarnos en el sitio unos cuantos días más, pero hay que asumir el cambio y
confiar con fe ciega en que el futuro seguirá trayendo experiencias increíbles.
Aprovecho desde aquí para mandarle un fuerte abrazo a Pablo, que se va 4
meses como voluntario a dar su granito de arena para hacer de éste un mundo más
justo. ¡Qué viva tu madre Pei!
Os dejo con una nueva sesión de fotos
y, ya que estamos, le ponemos banda sonorahttps://www.youtube.com/watch?v=hhnZkNj7kAo
Un abrazo muy
fuerte!!
Y Alegría!
No hay comentarios:
Publicar un comentario