jueves, 9 de mayo de 2013

PROGRESANDO (Norte de Laos)


11 de abril

Sabaidi!!!
Parece tailandés, pero ¡no lo es! Estoy en Laos, un país pequeño, pobre y precioso. La historia no ha sido una buena amiga de los laosianos, que han visto como sus vecinos mayores invadían y se repartían sus tierras casi desde el momento en que se formó como nación. En los años 70, EEUU y el Viet Cong llevaron su conflicto aquí pese a la neutralidad de Laos y le sometieron al mayor bombardeo que ha recibido un país en la historia. Tras la victoria del frente comunista en Vietnam, estos no tardaron en presionar para que Laos siguiera sus pasos. El comunismo no mejoró la vida de los laosianos, pero, desde hace unos años, el Estado ha adoptado la fórmula "comunista" que ha triunfado en Vietnam o en China: derecho a invertir y a ser propietario + dictadura totalitaria + pocos derechos sociales o políticos = capitalismo desenfrenado.
Y con esta fórmula, el progreso económico va llegando finalmente a este país (todavía uno de los 50 países más pobres del mundo en 2011) de la mano del turismo y de las inversiones que Vietnam, Tailandia y, sobretodo, China van haciendo. Laos todavía es un país muy tradicional en el que la gran mayoría de la población vive del cultivo del arroz en pequeños pueblos con casas de bambú, pero el progreso avanza rápido. Recuerdo que hace apenas 4 años mi hermana Lara viajó aquí y describió Laos como una tierra preservada de la globalización y del turismo de masas; todavía diría que el país entra -con calzador- en esta definición, pero estoy convencido de que el viajero que venga dentro de otros cuatro años verá algo muy distinto.
Comencé el viaje por la zona norte de país, cruzando el Mekong en Huay Xai. Quería probar la experiencia de viajar haciendo AutoStop, así que comencé a andar con el macuto por la carretera que me llevaría a Luang Namtha. Los laosianos son de lo más simpáticos, una gente muy humilde y algo más extrovertida que sus vecinos de Tailandia y, pese a que no hay mucho tráfico en este país, no tardaron en parar para acercarme, aunque sea solo un trecho. Esto abre la puerta a conocer nueva gente local que, si bien no hablan mucho -ni poco- ingles, lo compensan con sus buenas intenciones. Cierto que el autobús es mucho más cómodo y solo costaba 6 E, pero la experiencia vale mucho más. Cada vez me doy más cuenta de la paradoja de que cuanto menos gastas en el viaje, éste se vuelve más auténtico y divertido.
El norte es la zona más montañosa del país. Las carreteras dejan, como poco, mucho que desear y muchos lugares son difíciles de acceder. Esto ha provocado que aún existan lugares preservados del desarrollo en los que el estilo de vida no ha cambiado demasiado en los últimos 500 años. En Laos hay unas 134 minorías étnicas que representan un 30% de la población y muchas de éstas residen en pequeños poblados en el norte. No me atreveré a hablar mucho de ellas, pues apenas he dado algunos paseos por algunos de sus pueblos, pero sorprende ver estos sus casas de bambú, sus humildes escuelas, los vestidos tradicionales que aún lleva la gente mayor y, sobretodo, un estilo de vida muy alejado del que conocemos en occidente. Cada minoría étnica preserva su lengua y su cultura; cada una tiene su propia historia que, en la mayoría de casos, incluye una migración a Laos desde otro país en donde no se respetaban sus costumbres o se les imponía una forma de vida contraria a éstas. 
Por desgracia, no pude adentrarme todo lo que hubiera querido en esta región, un virus estomacal me mantuvo una semana en la cama con fiebre y diarrea. La soledad se hace más dura en estos momentos. Se echa de menos a la familia, recuerdas a los buenos amigos y deseas estar más cerca de un hogar donde ponerte bueno tranquilamente. No fueron esos los mejores días de este viaje, pero hay que asumir que es parte de él y que, de lo malo, también se aprende si te das tiempo para aceptarlo y tienes energía vital para sacar una lectura positiva.
La dieta extrema a la que me había sometido me había dejado muy débil y decidí ir al sur, donde hace más calor, hay ciudades más acogedoras y la recuperación sería más sencilla. Para ello, volví a Huay Xai y cogí un barco que me llevaría, tras dos días de viaje por el río Mekong a Luang Prabang, capital histórica de Laos y una ciudad de lo más inusual. Cafés y restaurantes de estilo afrancesado se asoman desde la alta colina rodeada por los ríos Mekong y el Nam Khan, en donde se instala la ciudad y desde ellos turistas o gente del lugar ve tranquilamente el ir y venir de los largos barcos de madera que traen y se llevan gente y mercancías. La selva rodea todo el enclave, y el clima tropical marca el ritmo. La ciudad se amoldaba perfectamente a mis pretensiones, pues, hasta entonces, había preservado mi soledad como algo sagrado para darme tiempo a la lectura, la reflexión, la fotografía y otros hobbies y sensaciones que no son tan fáciles de realizar o sentir en compañía. Estas intenciones se desvanecieron en cuanto empecé a conocer a otros viajeros y a disfrutar junto a ellos de los divertidos planes de día y, sobretodo, de noche que la ciudad ofrece. 
La siguiente parada fue Vang Vieng, después de un largo viaje cansado y fantástico haciendo Auto Stop. Esta ciudad me atrapó desde que, nada más llegar, ya de noche, conocí a otros viajeros y, apenas habiendo dejado el macuto en mi bungalow, me fui con ellos de fiesta. Ésta es algo diferente a la que encuentras en España (en Luang Prabang, por ejemplo, la gente después de ir a beber unas cervezas al bar continúa la fiesta en la bolera): la gente se concentra en pocos bares, con lo que sueles coincidir con la misma gente, ladyboys se insinúan a quien se les acerca, unos cuantos noreuropeos se esfuerzan en dejar el bar sin alcohol, música animada, gente abierta a conocer nuevos amigos y, sobretodo, ninguna idea de cómo acabará la noche. 
Pero no solo hay vida nocturna en este paraje. Lo mejor lo ves durante el día, pues la ciudad está rodeada de altas y escarpadas montañas, colmadas de árboles tropicales y de un río grande y limpio. Y entre las montañas y el río, hay suficiente entretenimiento para un mes. Puedes hacer trecking, ver larguísimas cuevas, hacer kayac, bañarte en piscinas naturales o, incluso, irte a hacer Tubbing, la atracción estrella de la ciudad, que es algo tan simple como bajar en donut por un río e ir parando en los bares que hay en los laterales. Lo mejor, como siempre, es la gente que vas encontrando y con quienes vas compartiendo tu historia y tu alegría. La mayoría de amigos que haces están de paso y raro es que los veas más de dos días, pero pronto vienen otros nuevos y este proceso te recuerda que el presente es lo único que cuenta. Ellos llenan el hueco que a veces sientes cuando viajas solo y, aunque la soledad sea idónea para aprender y sentir ciertas cosas, tengo claro que la auténtica felicidad nace en sociedad.
Y hasta aquí la mitad del viaje a Laos, un país que me tiene demasiado enganchado como para abandonarlo todavía. El sur promete buenas aventuras que os contaré encantado en la siguiente entrega. Desde este rincón del mundo os envío un abrazo muy fuerte y os doy las gracias por todos los mensajes de ánimo que me habéis transmitido con el blog.

Jack Johnson - Better together  www.youtube.com/watch?v=V7kzpZ2sBIw
Pearl Jam - I am mine 
www.youtube.com/watch?v=N67zO-xAmwE

Y alegría!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario